lunes, mayo 29, 2006

Los Coristas

Resumen del Filme

Sin duda este filme nos recordará a La sociedad de los poetas muertos. Un profesor que, más con la persuasión que con la represión, influye de manera definitiva en la vida de sus alumnos. Claro que con algunas diferencias. En Los Coristas la trama se desarrolla en Francia, en un "orfanato - reformatorio" de la posguerra y sus alumnos tienen entre 8 y 13 años.

Todo comienza con un flashback: dos amigos de la infancia se reencuentran después de años. Uno de ellos le muestra al otro el diario escrito en 1949 por un tal Mathieu, preceptor de la escuela a la que iban cuando pequeños. Y es, justamente, la voz de aquel preceptor el hilo conductor de la trama.

Los Coristas está basada en un hecho real ocurrido inmediatamente después de la II Guerra Mundial, en que un maestro se empeña en crear un coro en un internado para niños abandonados o con problemas de conducta. Y debe lidiar con 65 niños, de entre 8 y 13 años, entre la desesperación y el esfuerzo sincero. Los tiernos secretos y las situaciones cómicas le suceden a este grupo de niños con mala fama e indisciplinados, que luchan por salir adelante en un mundo autoritario de reglas, transgresiones y castigos.

El desarrollo del filme es muy fluido, con convicción y muchísima emotividad; la fotografía es buenísima y la banda sonora increíble. Eso sí: en las actuaciones se lucen mucho más los niños que los adultos. Se equilibran momentos dramáticos con situaciones de comedia, y los extremos en los que se mueve el conflicto se llevan el mayor peso del filme.

Y a pesar de que no se traspasan las paredes del internado, el filme logra ubicar con gran precisión el contexto social de la escasez y las penurias económicas de la guerra (1949).

En 1949, Clément Mathieu (Gérard Jugnot) es un profesor de música desempleado, que ha sido contratado como preceptor vigilante en un instituto correccional de menores, donde a través de ineficaces y represivas políticas, su director Rachin (Francois Berléand) intenta con dificultad mantener disciplinados a estos "alumnos problema".

A Mathieu lo sorprende la cruda realidad de la rutina del colegio, y los métodos utilizados por el director en su intento de imponer disciplina, a su vez que esto despierta en él mucho desconcierto y compasión por los chicos.

Cuando Mathieu llega ve un niño esclavizado limpiando el piso, al portero (Maxence) que se corta la cara con un vidrio por una trampa que la ha hecho uno de los alumnos, y al director imponiendo un castigo cruel a un niño elegido al azar porque nadie ha confesado su culpabilidad. Ante la situación, comienza a planear un cambio para "rescatar" a los niños, y descubre que la música atrae poderosamente el interés de los alumnos, por lo cual se entrega a la tarea de familiarizarlos con el canto.

Logra formar con ellos un coro y, gracias al poder y la magia de la música, el maestro consigue que sus vidas cambien para siempre. Descubre al talento en bruto, también indisciplinado; al niño tímido del cual los compañeros se aprovechan, y al portero bonachón que se une a la causa del protagonista.

Análisis crítico desde una visión humanista

Si bien es cierto, cada uno de los niños que se encontraban en el internado tenían una historia triste en particular; Clément Mathieu los trató a todos por igual viviendo su presente y su realidad, la de cada uno de sus estudiantes. Su única herramienta frente al método tremendamente represivo del director del lugar para "rescatar" a los niños, es la música.

Tal como le comentó al portero al momento de su llegada al internado: su experiencia anterior en educación había sido enseñar música. Cualquiera podría haber interpretado como una vaga experiencia en el tema de “educar o reformar” niños problemas. Sin embargo, Clément Mathieu con su humildad y su tremenda humanidad observó a los estudiantes y se dio cuenta de que la forma de instruirlos “acción-reacción”, absolutamente conductista, los estaba llevando a ser más objetos y menos personas.

A pesar de las críticas recibidas por el director, sus amenazas y constantes reproches, Clément Mathieu insistió en su afán de formar un coro. Sabía que podía alegrar la vida a los “niños problemáticos”, como les decía Rachin, de Fond de l’étange.

La educación de antes, especialmente en los internados y reformatorios era “enseñar” a través de la represión, haciendo que todos los niños o adolescentes perdieran el rumbo, un objetivo o meta en su vida. Clément Mathieu creía que esos estudiantes tenían sueños, desde los más pequeños como tan solo salir del internado, así como salir y ser grandes profesionales o personas que realizaran algún oficio. En su primera clase eso quedó demostrado al hacerles confeccionar una composición de que es lo que querían hacer cuando grandes. Por unos minutos el pequeño Pepinot quedó en blanco, no sabía que escribir, hasta que él lo estimuló con cierto afecto, a terminar la composición.

Nadie nace con un sentido en la vida sino es en interacción con la sociedad. En la medida que crecemos nos vamos forjando según nuestras experiencias y creando un objetivo de vida, una visión de vida. El medio se encarga de modelar el tipo de carácter, el hombre no puede sustraerse del medio social en que vive. Es más, incluso dentro del internado, pese a todas las restricciones sociales impuestas a la libertad de los estudiantes, ellos seguían siendo dueños de su libertad para estructurar su existencia, de un modo o de otro, dentro de las condiciones en que vivían.

Después de ver la película recordamos el libro de Víctor Frankl, “El hombre en busca de sentido”. “Todo aquel que tiene un sentido, encuentra un como”. No obstante, el esfuerzo puesto al servicio de un sentido puede ser frustrante, la cual puede llevar a la neurosis, especialmente a aquella llamada neurosis noogénica, o lo que otros suelen llamar neurosis existencial o espiritual. Más que nunca, las personas actuales están experimentando sus vidas como vacías, faltas de sentido, sin propósito, sin objetivo alguno, y parece ser que responden a estas experiencias con comportamientos inusuales que les daña a sí mismos, a otros, a la sociedad o a los tres.
Clément Mathieu tenía un sentido, “la música” y con ella lograr sacar de ese mundo a los pequeños del internado. Sin embargo, nunca imaginó que con ella, su genio de la voz, Pierre Morhange también encontraría sentido en ella.

Mathieu no solo tenía su sentido de vida, sino que supo guiarlos hacia el de esos chicos del internado. Incluso hacer realidad el deseo de Pepinot de tener un padre. El pequeño anhelaba tenerlo, sabía a sus cortos añitos que ese era su sueño, y lo encontró en Mathieu.

Al final de la película también se ve reflejado que “ese vacío existencial” que tenían los chicos los suplieron, lo llenaron desde y en la música. Desde esa enseñanza de vida y de fuerza que les dejó Clément Mathieu, ellos internalizaron el sentido de libertad. Con ello se dieron el valor de denunciar las medidas extremistas del director Rachin, a quien tanto temían, para que éste fuera despedido de su cargo.

Desde la logoterapia de Victor Frankl es que hicimos nuestra observación.

“Logos es más profundo que la lógica”, decía Frankl, y es hacia la fe adonde debemos inclinarnos”. El sufrimiento también tiene un sentido. Clément Mathieu lo sabía. Nuestro sentido de vida nosotros los construimos y forjamos, no en base a otros.

La post-guerra generó un sinnúmero de cambios en el hombre, y quienes vivieron experiencias cercanas de pérdidas de seres queridos experimentaron un cambio, que les permitió renovarse, es decir, llegar a ser cada vez más humano.